Ayer volví a pasar por aquella calle. Había luz en la ventana, en el primer piso, cuarteada a través de las cortinas. Y cerrando los ojos entré en aquel salón abarrotado y enorme, partido en dos salas con la puerta acristalada. Mis pies hicieron crujir el parqué, levantando ligeramente alguna lama gastada. La lámpara de bronce y cristal iluminaba todos los rincones desde el techo, y agaché la cabeza, al notar que una lágrima brillante me rozaba el pelo.
Me acerqué a la librería, y busqué entre los libros de arte y viajes, y saqué uno, sorteando las miniaturas de porcelana. Olía a madera antigua, y las hojas habían dejado de ser blancas hacía tiempo. Me asustaron los cuadros enormes y oscuros, como entonces, aquel aquelarre gris girando alrededor del fuego amarillo. Las frutas deformes. Los retratos ocres y severos. Y justo cuando deseaba salir, unas hortensias moradas y rosas con marco estrecho y una firma de niña: “Carmen: 1972”.
Me acerqué a la librería, y busqué entre los libros de arte y viajes, y saqué uno, sorteando las miniaturas de porcelana. Olía a madera antigua, y las hojas habían dejado de ser blancas hacía tiempo. Me asustaron los cuadros enormes y oscuros, como entonces, aquel aquelarre gris girando alrededor del fuego amarillo. Las frutas deformes. Los retratos ocres y severos. Y justo cuando deseaba salir, unas hortensias moradas y rosas con marco estrecho y una firma de niña: “Carmen: 1972”.
Mis zapatos aplastaron las alfombras de lana, al pegarme al sofá, con sus filigranas desvaídas, y el hueco marcado en sus cojines. Me hundí al sentarme y toqué la mesa baja de mármol, con las fotos en blanco y negro. Una pareja vestida de gala, se cogía de la mano y sonreía. Ella no le llegaba a él más allá del hombro. Él se inclinaba ligeramente hacia delante, mientras te observaba con ojos azul hielo. En la foto de al lado la mujer estaba en la playa, sentada en una tumbona con una niña menuda de pelo largo y liso que le besaba la mejilla. En la pared de mi derecha la misma niña, ya adolescente sonreía en un retrato de estudio. En caligrafía delicada, alguien había escrito “10 de junio de 1980”.
Mis ojos recorrieron la habitación encontrando fotos de todos los tamaños y colores. La pareja con la niña. La niña de comunión. Una boda, unos niños. Una señora sola de sonrisa triste. Volví a abrir los ojos, hacia la misma ventana y me pareció ver una figura delgada de pelo largo flotando tras las cortinas, pero cuando se abrieron sólo distinguí una pared amarillenta y una lámpara con la mitad de las bombillas apagadas
Mis ojos recorrieron la habitación encontrando fotos de todos los tamaños y colores. La pareja con la niña. La niña de comunión. Una boda, unos niños. Una señora sola de sonrisa triste. Volví a abrir los ojos, hacia la misma ventana y me pareció ver una figura delgada de pelo largo flotando tras las cortinas, pero cuando se abrieron sólo distinguí una pared amarillenta y una lámpara con la mitad de las bombillas apagadas
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