ELLA
Miras por la ventana del avión. Tu reflejo parece perdido en la oscuridad. No sé donde leí una vez que las personas con labios finos no son de fiar. Los tuyos no lo son pero desde hace tiempo lo parecen, con esa forma de apretarlos hasta que se quedan sin sangre. Tu nuca se inclina ligeramente intentando captar algo en la noche, emerge blanca de la camisa de lino azul. Cómo me gustaba soplar sobre ella y ver como se erizaban esos cabellos que sobresalían apenas medio centímetro de la raíz... Y no podía evitar besarla muchas veces, besos ligeros con olor a jabón mientras tus brazos me atraían hacia tu espalda. Pero eso fue antes de los súbitos cambios de humor, los celos y la furia. Prefiero esconderme en las fotos de la revista, pensar abre una herida en mi estómago.
El chico sentado a mi derecha me ha sonreído mientras encendía mi luz. Ha supuesto que mi concentración en la revista se debía a la oscuridad de la cabina. Es increíble como un desconocido puede hacerte sentir bien con un gesto tan pequeño. Me quedo mirando fijamente ese cuello fino de rizos largos que acarician una nuca estudiosa volcada sobre un libro de urbanismo en alemán.
ÉL
No aguanto más. ¿Por qué se ríe sólo cuando habla con los miles de amigos que tiene? En el momento en que apaga el móvil vuelve ese gesto dramático a su cara, de Ofelia herida que no soporto. Hace como si leyera la revista pero sé que está mirando al chico de al lado. Hija de puta.... se cree que no me doy cuenta de que me compara con cualquiera. Se deshace en sonrisas porque le ha encendido la lámpara. Otro tipo intentando pillar ligue barato en un avión y ella le sigue el juego. ¡Cómo me apetece estrujar esa nuca hasta romperla, cómo disfutaría oyendo ese crujido liberador!
EL OTRO
Otra vez con retraso, voy a llegar tardísimo a Madrid y seguro que me perderé buscando la casa de Jan. ¡Qué calor hacer! No hay quien se concentre en el libro, creo que mejor lo dejo y le pido a esa azafata tan amable de cuello de cisne un zumo bien frío. Es bajita, y su pelo es tan corto como el de un chico pero sus ojos sonríen de verdad.
Me encanta observar a la gente mientras viajo sobre todo si dispongo de varias horas. La pareja sentada a mi lado parece enfadada. Él mira por la ventana pero esa nuca potente está en tensión, sus hombros no están relajados y su mano tiembla un poco, seguro que es un fumador empedernido con síndrome de abstinencia. Y ella parece triste, su cuello se inclina con sometimiento.... Lleva bastante tiempo sin pasar la página de la revista, no sé si es que no ve bien o que su mente está en otra cosa. ¡Menuda mirada asesina me ha lanzado el neanderthal sólo porque le he encendido la lámpara a su mujer! Da escalofríos....
LA OTRA
Debería haberlo previsto. Cuando pasé por su lado con el carrito tuve un mal presentimiento. La nuca elegante de la mujer parecía tan frágil bajo el moño informal mientras se giraba y sonreía al estudiante ... La sombra amenazadoramente azul del marido al mirarla me encogió el estómago. Pero estaba ocupada y se me fueron de la cabeza enseguida. Debería haber hecho algo pero sólo pude quedarme paralizada por el crujido mientras mis manos protegían mi nuca congelada.
Miras por la ventana del avión. Tu reflejo parece perdido en la oscuridad. No sé donde leí una vez que las personas con labios finos no son de fiar. Los tuyos no lo son pero desde hace tiempo lo parecen, con esa forma de apretarlos hasta que se quedan sin sangre. Tu nuca se inclina ligeramente intentando captar algo en la noche, emerge blanca de la camisa de lino azul. Cómo me gustaba soplar sobre ella y ver como se erizaban esos cabellos que sobresalían apenas medio centímetro de la raíz... Y no podía evitar besarla muchas veces, besos ligeros con olor a jabón mientras tus brazos me atraían hacia tu espalda. Pero eso fue antes de los súbitos cambios de humor, los celos y la furia. Prefiero esconderme en las fotos de la revista, pensar abre una herida en mi estómago.
El chico sentado a mi derecha me ha sonreído mientras encendía mi luz. Ha supuesto que mi concentración en la revista se debía a la oscuridad de la cabina. Es increíble como un desconocido puede hacerte sentir bien con un gesto tan pequeño. Me quedo mirando fijamente ese cuello fino de rizos largos que acarician una nuca estudiosa volcada sobre un libro de urbanismo en alemán.
ÉL
No aguanto más. ¿Por qué se ríe sólo cuando habla con los miles de amigos que tiene? En el momento en que apaga el móvil vuelve ese gesto dramático a su cara, de Ofelia herida que no soporto. Hace como si leyera la revista pero sé que está mirando al chico de al lado. Hija de puta.... se cree que no me doy cuenta de que me compara con cualquiera. Se deshace en sonrisas porque le ha encendido la lámpara. Otro tipo intentando pillar ligue barato en un avión y ella le sigue el juego. ¡Cómo me apetece estrujar esa nuca hasta romperla, cómo disfutaría oyendo ese crujido liberador!
EL OTRO
Otra vez con retraso, voy a llegar tardísimo a Madrid y seguro que me perderé buscando la casa de Jan. ¡Qué calor hacer! No hay quien se concentre en el libro, creo que mejor lo dejo y le pido a esa azafata tan amable de cuello de cisne un zumo bien frío. Es bajita, y su pelo es tan corto como el de un chico pero sus ojos sonríen de verdad.
Me encanta observar a la gente mientras viajo sobre todo si dispongo de varias horas. La pareja sentada a mi lado parece enfadada. Él mira por la ventana pero esa nuca potente está en tensión, sus hombros no están relajados y su mano tiembla un poco, seguro que es un fumador empedernido con síndrome de abstinencia. Y ella parece triste, su cuello se inclina con sometimiento.... Lleva bastante tiempo sin pasar la página de la revista, no sé si es que no ve bien o que su mente está en otra cosa. ¡Menuda mirada asesina me ha lanzado el neanderthal sólo porque le he encendido la lámpara a su mujer! Da escalofríos....
LA OTRA
Debería haberlo previsto. Cuando pasé por su lado con el carrito tuve un mal presentimiento. La nuca elegante de la mujer parecía tan frágil bajo el moño informal mientras se giraba y sonreía al estudiante ... La sombra amenazadoramente azul del marido al mirarla me encogió el estómago. Pero estaba ocupada y se me fueron de la cabeza enseguida. Debería haber hecho algo pero sólo pude quedarme paralizada por el crujido mientras mis manos protegían mi nuca congelada.
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