Apoyo la cabeza en su estómago, suave y blando. Un cosquilleo gaseoso me acaricia la oreja a través de su piel. Le contesta otro roce que recorre mi cuello, mis hombros y se cuela dentro de mi vestido de flores. La lavanda se clava en mis piernas y en mi nariz. Los insectos hierven entre las jaras. El sol abrasa mientras el escalofrío salado se instala en mi lengua.
lunes, mayo 18, 2009
Siesta
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