jueves, octubre 11, 2007

Río abajo

Me dijiste adiós desde el puente de piedra. Bajé la vista para que no me vieras llorar y el reflejo de tu mano tembló sobre la superficie del Miera que tanto amabas, te diste la vuelta y me dejaste atrás. Estaba segura de que Bilbao, bulliciosa ciudad de tentaciones y sirenas, te atraparía en sus redes y tú, mi aprendiz de carpintero de manos grandes y ojos grises, no volverías más.

Un día de luz glacial oí los susurros en la plaza del Mercadillo y supe la verdad, la tarde de risas y amigos la víspera de San Juan en el mar de mis noches de infierno, los gritos, la búsqueda en vano y el vacío. El luto se convirtió en mi amante, al que cuidaba con mimo, mi coraza frente a los hombres y la vida hasta que llegaron noticias del sur, del Cádiz soleado de flores rojas.

Unas redes sorprendidas de su hallazgo te devolvieron a mí, una única palabra mágica que pronunciaste, “Liérganes”, te trajo de nuevo al valle, pero ya no eras tú, sino un espíritu resbaladizo de largos silencios, incapaz de demostrar tu afecto, ni una caricia, ni un beso. Tus pies descalzos flotaban hasta el puente, y, varado en el centro, mirabas el río durante horas, inclinándote hacia el lecho cada día más, con la mano estirada.

No sé si te caíste o te lanzaste, hace dos años que nadie ha visto tu imagen ausente, pero yo no te olvido, sentada en la orilla con los pies en el agua, de vez en cuando un salmón apresurado roza mi piel y pienso que es tu mano, fuerte y arrugada, que me acaricia desde el fondo



"Su proeza atravesando el océano
del norte al sur de España,
si no fue verdad mereció serlo.
Hoy su mayor hazaña
es haber atravesado los siglos
en la memoria de los hombres.
Verdad o leyenda,
Liérganes le honra aqui y patrocina
su inmortalidad.."
(Inscripción en el paseo de El Hombre Pez en Liérganes, Cantabria)

No hay comentarios: