jueves, marzo 22, 2007

Relatos hiperbreves

Despertar

Las fresas amargan en la garganta. El aire huele a polvo. Zapatillas sin pies en el suelo, una rosa roja crece en las sábanas hasta inundarlo todo de frío. Estás aquí pero ya te has ido. Ya no volverás conmigo ni con nadie.

El ascensor

La puerta del ascensor se abrió sin un ruido. El ejecutivo del traje gris entró sin dudar y apretó el botón con la letra B. La luz parpadeó imperceptiblemente al empezar el descenso. Tras unos segundos, llegó a su destino y salió. La oscuridad le envolvió al cerrarse la puerta. No había rastro alguno de la calle, y debía estar allí, justo enfrente. No pudo encontrar el interruptor de la luz, sólo la nada silenciosa, sin paredes y sin salida.

El abrazo

Le agarró el cuello, mirándole a los ojos fijamente. La mano de él se posó con violencia en su cintura y empujó hasta que sus labios casi se rozaron. El zapato de ella pisó el suelo impaciente. Y el tango nació.

Nostalgia


¿Te vas a ir? Preguntó Rosita, tirando de la manga. Creo que era la segunda vez que me hacía la pregunta. No podía recordarlo bien. Los niños lo captan todo, incluso un sutil comentario sobre otra ciudad en mitad de la comida. Pero, ¿cómo explicarle que necesitas huir? “Si te vas no podrás pintar conmigo”, dijo ella.

El tanatorio

Calor, sudor, gemidos, besos, el resto no existe. Los truenos retumban pero no oímos nada, la lluvia cae pero todo eres tu, yo y la habitualmente fría superficie metálica a punto de fundirse. El río ruge, los cuerpos amortajados flotan aguas abajo, la gente grita, el fin del mundo queda fuera, suspendido hasta el último suspiro que te doy.

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