tag:blogger.com,1999:blog-319742392024-03-14T06:28:08.508+01:00Invierno en Vermillion SandsChristinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.comBlogger59125tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-6455936335811074602013-06-20T18:28:00.000+02:002013-06-20T18:30:53.532+02:00Apariencias<div style="text-align: justify;">
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<a href="http://mw2.google.com/mw-panoramio/photos/medium/13715592.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="193" src="http://mw2.google.com/mw-panoramio/photos/medium/13715592.jpg" width="200" wya="true" /></a></div>
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Cogió la taza de café y la llevó muy despacio a los labios rojos y carnosos como la manzana de Blancanieves. El labio inferior dejó un corazón cortado en el borde de loza blanca. La punta de la lengua se abrió huego y atrapó la espuma dorada que perfilaba el carmesí.</div>
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Cruzó las piernas en un ángulo inverosímil, enroscándolas hasta el tobillo. El tacón derecho quedó apenas a medio centímetro de la media de cristal, bordeando el desastre. La falda quedó ligeramente subida, enseñando, quizás un par de centímetros más de la cuenta y desviando la atención del cuello. Una punta de encaje negro sobresalía ligeramente de la abertura en uve de la camisa blanca, medio cubierta por unos rizos castaños, muy oscuros y muy brillantes. Sólo dos botones desabrochados pero alrededor habían provocado una conmoción.</div>
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Leía una revista del corazón, de las serias, un “Hola!” probablemente, pasando las páginas demasiado rápido para haber podido leer los artículos de verdad, pero parándose lo justo en las fotos de moda, parejas dándose la mano o celebraciones reales.</div>
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El camarero se quemó al verter la leche en el café del tendero de la esquina. El estudiante se tropezó en una silla al dirigirse a la mesa del fondo, donde le esperaba una chica cuyo pie batía el suelo a ritmo rápido y enojado.</div>
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Ella no levantó la vista en diez minutos hasta que entró un niño y se le colgó al cuello. Ella lo abrazó con cuidado como si fuera a hacerle daño. El hombre que venía con el niño se agachó y le dio un beso agrietado en la mejilla, mientras le cogía el brazo para hacerla levantarse.</div>
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Al salir los tres, seguidos por veinte pares de ojos, casi todos masculinos, el cliente habitual de la mesa cinco vio una sombra en su barbilla. A la altura de los pendientes de perla, tres cardenales ovalados parecían mirarle como un adorno posmoderno.</div>
<br />Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-38650564730044055042013-01-11T12:10:00.001+01:002013-01-11T12:13:45.649+01:00Aires nuevos<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;">
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<a href="http://archivo.ayto-arganda.es/archivo/fotogalerias/GF2/slides/001.jpg" imageanchor="1" style="cssfloat: right; height: 224px; margin-left: 1em; margin-right: 1em; width: 275px;"><img border="0" eea="true" height="224" src="http://archivo.ayto-arganda.es/archivo/fotogalerias/GF2/slides/001.jpg" width="320" /></a></div>
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El día en que la profesora de primaria se escapó con el jardinero del colegio, el 7 de febrero de 1974, Susanita tenía dos años. No es que ella fuera consciente de mucho, tenía bastante con aprender a meter los discos en el nuevo tocadiscos sin que sonara muy raro, pero sí notó el revuelo en casa, sobre todo porque la profesora de primaria era la mujer del tío Ramón, el hermano de su madre.</div>
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Las comadres del pueblo, inmediatamente hicieron cónclave en casa de la Manuela y fijaron los pasos a seguir, a saber: prohibir nombrarla directamente por su nombre en al menos un mes, asistir al “viudo en funciones” en cosas como la intendencia de la casa y buscar una profesora sustituta de urgencia hasta que llegara la oficial.</div>
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Durante dos días no hubo clase y Susana se alegró de que su hermana se quedara en casa con ella, haciendo pasteles y dibujando recortables de muñecas con trajes de fiesta mientras miraban de reojo al tío Ramón con la cara roja esperando que se le cayera la taza de la mano temblequeante. </div>
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El tercer día los niños tuvieron que ir al colegio a rastras, las vacaciones improvisadas les había asilvestrado un poco, y además no querían una nueva profesora, querían a la de siempre, que olía a flores del campo y llevaba una trenza muy larga con la que acariciaba las caras de los que hacían bien los deberes.</div>
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Así que fue se quedaron todos boquiabiertos al ver al niño grande con raya al lado Y bigotito sentado frente a la mesa, bien tieso y con la cartera marrón apoyada junto a la silla, esperando. El hijo de la farmacéutica siempre había sido un empollón, desde que empezó a los cuatro años hasta ahora que estudiaba en Madrid, así que fue la primera opción de profesor de emergencia, dando todos gracias de que hubiera venido a pasar una temporada al pueblo y que pudiera faltar unos días más a sus deberes de estudiante modelo. Tras el primer día de pasmo salieron todos los niños corriendo a contar en casa la nueva aventura de tener a un hombre por profesor. </div>
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Susana, cansada de tantas explicaciones de su hermana y de dejar de ser el centro de atención durante tanto rato, salió al jardín a jugar con los gatos en la esquina del seto, bien escondida para que se llevaran todos un susto. Y allí fue donde vio al tío Ramón hablando con el nuevo profesor, muy bajito. Después de un rato se despidieron, y el tío Ramón tocó la cara del hijo de la farmacéutica como su hermana le había contado que lo hacía “la pecadora”. Y Susana se acurrucó con un gato en cada mano, muy contenta de que el tío Ramón tuviera un amigo también para jugar.</div>
<br />Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-40005741365422853342012-11-23T15:00:00.000+01:002012-11-23T15:01:38.513+01:00Clandestinos<div style="text-align: justify;">
La abuela decía “nunca sabes cuándo te puede ayudar alguien a quien has ayudado tú”. Y es verdad. Aunque sea en pequeñas cosas, detalles que sólo tú puedes ver y que es imposible compartir con nadie.</div>
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A la casa-escuela, hace muchos años ya, llegaron cuatro personas. Una pareja con un niño y una niña que cojeaba un poco, menuditos como colines y de párpados caídos que parecían inspeccionar hasta el más mínimo rincón del parquet. El Bisabuelo cogió las maletas a reventar que casi arrastraban y los llevó a los cuartos del fondo, ésos de ventanas tan pequeñas que sólo podían atravesarlas los ojos. Los mayores en la grande, los niños en la pequeña y las persianas de los ventanucos cerrados a cal y canto. La bisabuela llevó a la abuela y sus hermanos de reunión en el gabinete y les hizo prometer que no dirían nada, que era un secreto y tendrían un regalo enorme si se portaban bien. Los primeros días fueron silenciosos. Comían con ellos en la cocina, pero no pedían ni el pan. Si había visitas se volatilizaban en el aire. </div>
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<a href="http://4.bp.blogspot.com/-i6AtoKnpWbc/UK-BdhsY0LI/AAAAAAAAAMw/6fPPoq0KS6Q/s1600/moi3.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; cssfloat: right; float: right; height: 149px; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; width: 198px;"><img border="0" height="150" rea="true" src="http://4.bp.blogspot.com/-i6AtoKnpWbc/UK-BdhsY0LI/AAAAAAAAAMw/6fPPoq0KS6Q/s200/moi3.jpg" width="200" /></a>Se acercaron a Javier y Ana María pero no querían jugar, saltaban por cualquier ruido y se escondían, no sabían dónde, pero era imposible encontrarles. Entonces se les ocurrió: jugar al “escondite” era la solución. No tenían que esforzarse y dominaban la materia. Así consiguieron oír sus voces de falsos muditos, aunque sólo se podía entender lo que decían si se acercaban mucho. El día que oyeron reírse a Ana maría lo festejaron con un bizcocho de limón de la bisabuela, con repetición incluida. Y así se hicieron familiares, como los gatos que te esperan en el sofá, y vienen a saludarte pero que nunca nadie ha visto fuera de casa. </div>
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A los tres meses, al volver de clase, no estaban. Les buscaron durante largos minutos, pero esta vez se habían esfumado de verdad. La bisabuela les dijo que se habían ido a ver a sus abuelos pero la oyeron a cuchichear algo sobre “Francia” con el bisabuelo, como una espía. </div>
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Muchos años después, le hablé a la abuela de mi nueva profesora de literatura, una señora mayor muy guapa que andaba con bastón. La abuela sólo me dijo una cosa “dile que eres la nieta de Rosita, de Arganda”. Evité hacerlo durante dos semanas, me daba vergüenza decirle algo que de significado desconocido, pero al final me acerqué, colorada como un tomate y tartamudeando. No me dijo nada, sólo me miró y me dio un abrazo, mientras me miraban los demás. Desde entonces, se acabaron las regañinas por hablar en clase. Sólo me miraba me guiñaba un ojo y ponía el dedo sobre los labios, mientras los demás seguían sin entender nada.</div>
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Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-63645845084439927582012-05-14T11:13:00.001+02:002012-05-14T11:16:31.668+02:001943. Las dunas<div style="border-bottom: medium none; border-left: medium none; border-right: medium none; border-top: medium none; text-align: justify;">
<a href="http://4.bp.blogspot.com/-m6zC7bRsqas/T7DMZg0f-kI/AAAAAAAAAL8/WvlBOdkHduw/s1600/amanecer-desde-las-dunas_262485.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; cssfloat: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" dba="true" height="150" src="http://4.bp.blogspot.com/-m6zC7bRsqas/T7DMZg0f-kI/AAAAAAAAAL8/WvlBOdkHduw/s200/amanecer-desde-las-dunas_262485.jpg" width="200" /></a>Se despertó una noche. No sabía ni la hora ni el día. Una pequeña luna borrosa se reflejaba mil veces en las gotas de sus brazos y las manos pegajosas se soldaban a las sábanas. La mosquitera lo envolvía todo, convirtiendo los muebles blancos en fantasmas vigilantes. No podía oír nada y los labios rasparon la lengua que recorría las grietas. Dolían. La nariz picaba. Olía a desinfectante.</div>
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Y entonces recordó: el niño llorando por la fiebre, el mareo, el calor, la alfombra arañando su cara, el movimiento difuso a su alrededor y el sueño eterno. Al llegar a Marruecos nunca pensó que un simple mosquito pudiera hacer más daño que una bomba, pero aquellas hembras despiadadas no más grandes que la yema de su dedo le habían enseñado una nueva palabra: paludismo. </div>
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Intentó levantarse pero sólo pudo girar la cabeza que pesaba como el plomo. Al lado distinguía una cunita, rodeada de silencio. Ni llanto ni suspiros. Nada. </div>
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La garganta se le cerró como a un ahorcado y empezó a pronunciar el nombre, despacio y bajito al principio. “François, François, François…”, pero todo siguió en sordina. Subió el tono, una octava, y cada vez más alto, esperando una rabieta en respuesta, pero sólo consiguió que llegara una enfermera preocupada. No necesitó preguntar nada, sólo ver la mirada de terror fija en la cuna. Se agachó, y pegó los labios suaves a la oreja a través de la tela. “Madame, no se preocupe, su niño está mejor que usted, duerme tranquilo” y se marchó flotando en un rastro de perfume de violetas. </div>
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Cerró los ojos, hizo que sus oídos rastrearan el vacío en busca de una pequeña respiración. Cuando la capturó, dejó pasar el tiempo, disfrutando.</div>
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Al amanecer, un destello apareció en el horizonte y avanzó tiñendo de rojo la espuma del mar. Alcanzó las dunas doradas que ondularon entre sombras y empezó a subir por las paredes blancas de balcones metálicos. Cuando la luz atrapó la cuna, el niño empezó a llorar.</div>
<br />Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-11338131566680133902012-04-17T13:05:00.003+02:002012-04-17T13:10:19.935+02:00El sur<a href="http://2.bp.blogspot.com/-qgpfFFnj7iw/T41Pey4zioI/AAAAAAAAALs/7OWouPDZLk4/s1600/kenitra.bmp"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 292px; FLOAT: left; HEIGHT: 178px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5732325291187210882" border="0" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/-qgpfFFnj7iw/T41Pey4zioI/AAAAAAAAALs/7OWouPDZLk4/s320/kenitra.bmp" /></a><br /><br /><br /><div align="justify">La casa se hacía cada día más estrecha y oscura. De la habitación al gabinete, de allí al salón, a la cocina y el repollo cocido y vuelta a empezar. Echaba de menos la casa de Arganda, el espacio, el jardín, pero no a la gente. No a los delatores. La madre iba a la cárcel de Porlier todos los días a visitar al padre, ellos sólo una vez por semana. No les dejaban más, eran demasiado jóvenes, les decían. La facultad de Derecho había cerrado, y no tenía nada que hacer. De la cocina al salón, del salón al gabinete, del gabinete a la habitación con olor a lejía.<br />Un lunes no pudo más y salió a la calle, entre las fábricas, hacia el centro. Le dolían los pies. Entró en el Retiro y olvidando el decoro de señorita bien, se sentó en el primer rectángulo de hierba que encontró. Los tallos secos le picaban las piernas sin medias pero el sol le daba en la cara, notaba la claridad a través de los párpados. Una nube oscureció la mancha translúcida y abrió los ojos. No había nubes, sólo un hombre de uniforme caqui, boina y botas altas que la miraba sonriendo. Un brigadista. Había oído que estaban en la facultad de Filosofía pero era el primero que veía.<br />Sin decir nada le tendió la mano y se apoyó en ella para levantarse. La falda estaba sembrada de briznas y se limpió deprisa, bajando la cara, roja y caliente. Él le habló en francés y pareció sorprendido cuando le respondió. Era el primer hombre fuera de su familia que la miraba desde arriba, superaba su metro setenta con creces. Todo empezó así, con un café, o más bien achicoria en la calle Serrano y se movió deprisa. Cortejo, boda y huida de Madrid.<br />Los primeros meses en Francia fueron lluviosos. Los regueros sobre los cristales de la ventana tapaban las calles, que se percibían borrosas y desiertas. La gente se removía en sus casas, rumiaba las noticias desde Alemania, los oídos pegados a la radio, y de espaldas a España que daban por perdida. El piso era grande pero olía a humedad. Todo París olía a moho y aburrimiento asustado.<br />El telegrama del Estado Mayor llegó justo a tiempo y volvieron a hacer las maletas.<br />Port Lyautey brillaba con la luz del desierto, las casas eran blancas y no pasaban de tres plantas. La gente paseaba deprisa: árabes en chilabas, franceses trajeados, militares. Los cines crecían como champiñones, el Fantasio, el Palace con sus columnas y el balcón circular del primer piso, y las películas eran americanas y modernas. La noche en que estrenaron “Lo que el viento se llevó”, la fiesta se prolongó hasta la madrugada. El Marruecos francés era cosmopolita, no gris como Madrid y además estaba de visita su cuñada Marie, rubia, de ojos azules y educación germánica exquisita, “para entretenerla”.<br />El pequeño Ignace nació enseguida, dentro de los plazos decentes, y en una excursión a España de primeriza asustada que necesitaba el apoyo materno. Y de repente había demasiado que hacer, a pesar de la ayuda de Hadiyah. Todo pareció acelerarse, llegaron los soldados americanos, con las bandas de jazz y el whisky con Coca-Cola, escondiendo el olor a guerra tras una cortina de cuentas de colores. El niño no decía nada, o farfullaba palabras sin sentido mientras corría por las calles. Daba igual que le repitieran palabras en francés o español, no soltaba prenda, se escabullía y se escondía. Entonces fue cuando se dieron cuenta. Tenía largas conversaciones en árabe con Hadiyah, juntos hablando en el banco a la sombra, gesticulando y en voz alta en una esquina del jardín mientras en la otra Marie leía un libro, estirada y elegante. Su hijo era un niño del sur, como lo era ella y eso no cambiaría a pesar de las cenas de oficiales y las tardes de pastas y café en tazas de porcelana. </div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-26693869486071951902012-03-12T14:40:00.004+01:002012-03-12T15:00:33.844+01:00Belle Époque<div align="justify">La máquina parecía muy antigua. Era negra y en letras doradas se leía “Puerta del sol” marcando cada vagón. En un cartelito brillaba el fin de la aventura: París–Austerlitz. El fin de la primera etapa, al menos. Mi madre me dio un beso, un abrazo, y otro beso antes de dejarme subir con la cara de quien piensa que está cometiendo un error y no sabe cómo evitarlo. Las niñas de nueve años no deberían recorrer más de mil kilómetros sin su madre.<br /><a href="http://2.bp.blogspot.com/-L646KzIQQho/T14BJ4Re3tI/AAAAAAAAALc/nHt811x2v_A/s1600/tour.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 229px; FLOAT: left; HEIGHT: 212px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5719009846043270866" border="0" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/-L646KzIQQho/T14BJ4Re3tI/AAAAAAAAALc/nHt811x2v_A/s320/tour.jpg" /></a>Los compartimentos eran minúsculos, con un sofá beige para los tres Mi abuela se sentó junto al pasillo, mi tío en el centro y yo, con un libro de adolescentes en la mano junto a la ventana, un ojo en los peligros que acechaban a Judy Bolton, y el otro en las vías que salían de la estación. Casi no me dio tiempo a aburrirme, y ya había que ir al restaurante, abarrotado de gente y humo. Una coca-cola y una paella sosa quedaron olvidados en la mesa. El tenedor mareaba los granos, formaba montañitas humeantes que se transformaban en bultos de engrudo imposibles de tragar, pero no importaba mientras pudiera contar las farolas de los pueblos iluminados que cruzábamos sin parar.<br />Al volver a nuestros asientos, se había producido el cambio. ¡Tres literas habían aparecido de la nada! Me subí a la segunda, lo suficientemente alta como para mirar por la ventana, pero no lo suficiente como para que me diera miedo caerme. Y así pasaron las horas, sin poder dormir, mientras la abuela roncaba sin disfrutar la parada en Hendaya, la luna que iluminaba el mini lavabo y los carteles de idioma cambiado. No sé cuando me dormí, pero fue muy tarde, y levantarse a las siete fue un tormento, hasta que oí las palabras mágicas mientras me daban un beso húmedo de buenos días. “Guapa, espabila, ¡que llegamos a París y hay que coger el otro tren!”.</div><br /><div align="justify">La entrada por una trinchera gris fue un jarro de agua fría. Casas bajas y sucias, con ventanas muy pequeñas, sin cortinas y con plantas de color marrón se pegaban a los muros grises que nos acompañaron hasta entrar en la estación, grande y sin tiendas de colores como esperaba. Sólo gente corriendo, y olor a patio de casa vieja. Salí a la calle con el carrito de maletas, que chirriaba sin parar buscando la Ciudad Luz, esa que aparecía en las películas de amor, pero no vi gran cosa mientras la abuela me empujaba hacia la parada de taxis. Cuando empezaba a pensar que me habían engañado, a través de la luna trasera vi una torre que se estrechaba como una falda de vuelo, gris oscura, de encaje geométrico, coronada por luces y agujas. Y allí se quedaron pegados mis ojos, mientras cruzábamos el río y los bulevares hacia la estación del Este, en ese pico cada vez más pequeño hasta que desapareció.</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-73145878335807954052012-03-01T12:28:00.003+01:002012-03-01T12:38:37.319+01:00Alicias siderales<div align="justify"><em>Empieza por el principio y sigue hasta llegar al final. Allí te paras<br />Lewis Carroll “Alicia en el País de las Maravillas”<br /></em></div><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><a href="http://4.bp.blogspot.com/-W33FJe_aMMo/T09fk_q_0MI/AAAAAAAAALM/lv0l8iL-CXg/s1600/kew.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 213px; FLOAT: left; HEIGHT: 320px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5714891541328154818" border="0" alt="" src="http://4.bp.blogspot.com/-W33FJe_aMMo/T09fk_q_0MI/AAAAAAAAALM/lv0l8iL-CXg/s320/kew.jpg" /></a>Primero fue Alicia, el conejo, y el gato que sonreía sin parar. Y aquélla figura rechoncha que pedía cabezas cortadas porque las rosas no tenían el color que debían. Me sentaba delante del video y no me cansaba de flotar en un vestido azul, y de crecer y menguar a golpe de drogas que venían en frasquitos como los que tenía la bisabuela para el perfume o en hongos alucinógenos suministrados por una oruga que fumaba en boquilla larguísima.<br />El mundo podía darse la vuelta en cualquier momento, y nada era como parecía. Como en el ajedrez que aprendí poco después, el rey era pequeño, y poco podía hacer frente a una reina demasiado rápida y fuerte.<br />Era la Alicia de colores vivos y acentos extraños, el libro no estaba aún a mi alcance. Mamá decía que aquella historia no era para niños, demasiada locura y violencia. No entendía que la niña de cara redonda y obediente, que se quejaba poco y no rompía nada pudiera querer leer aquello, y esperó a que se me pasara. No lo consiguió.<br />Un día de comida familiar descubrí un segundo tesoro. Un comic escondido en una habitación con posters de Barbies que huían de supermercados en llamas y cantantes rubias vestidas con monos brillantes y botas que alcanzaban los muslos. Entre el batiburrillo de la habitación de adolescente de mi primo encontré un monstruo de manos finas, cráneo alargado y doble mandíbula que mataba sin piedad bajo la atenta mirada de un gato.<br />Al llegar a la casa de mis tíos desaparecía, hasta la hora de comer, en que el adulto de turno venía a sacarme del espacio silencioso donde los gritos no pueden oírse. Era un ceremonial que nunca fallaba. No quería leer otra cosa. El comic prohibido que creaba en mi cabeza una película que aún no podía ver, era lo único que necesitaba. Durante horas. Durante años hasta que el dibujo se hizo realidad en una pantalla de reestreno.<br />Creo que fue entonces cuando mi madre recordó las cabezas cortadas y empezó pensar que la niña no era tan plácida como parecía. Las miradas mitad sorpresa, mitad inquietud se mezclaban con reproches a mi padre, que fomentaba un gusto tan parecido al suyo. Y es que no hay nada comparable al escalofrío de pensar que no habrá nadie para rescatarte cuando llegue el asesino.</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-41525683627559375502012-03-01T12:26:00.002+01:002012-03-01T12:34:34.857+01:00Luces en una ventana<div align="justify"><a href="http://2.bp.blogspot.com/-rhbPVfqbgTs/T09eZn9mOjI/AAAAAAAAAK0/NA4qCUejl5g/s1600/02-02-2012-1.jpg"><img style="MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 282px; FLOAT: left; HEIGHT: 189px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5714890246473529906" border="0" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/-rhbPVfqbgTs/T09eZn9mOjI/AAAAAAAAAK0/NA4qCUejl5g/s320/02-02-2012-1.jpg" /></a>Ayer volví a pasar por aquella calle. Había luz en la ventana, en el primer piso, cuarteada a través de las cortinas. Y cerrando los ojos entré en aquel salón abarrotado y enorme, partido en dos salas con la puerta acristalada. Mis pies hicieron crujir el parqué, levantando ligeramente alguna lama gastada. La lámpara de bronce y cristal iluminaba todos los rincones desde el techo, y agaché la cabeza, al notar que una lágrima brillante me rozaba el pelo.<br />Me acerqué a la librería, y busqué entre los libros de arte y viajes, y saqué uno, sorteando las miniaturas de porcelana. Olía a madera antigua, y las hojas habían dejado de ser blancas hacía tiempo. Me asustaron los cuadros enormes y oscuros, como entonces, aquel aquelarre gris girando alrededor del fuego amarillo. Las frutas deformes. Los retratos ocres y severos. Y justo cuando deseaba salir, unas hortensias moradas y rosas con marco estrecho y una firma de niña: “Carmen: 1972”.</div><br /><br /><div align="justify">Mis zapatos aplastaron las alfombras de lana, al pegarme al sofá, con sus filigranas desvaídas, y el hueco marcado en sus cojines. Me hundí al sentarme y toqué la mesa baja de mármol, con las fotos en blanco y negro. Una pareja vestida de gala, se cogía de la mano y sonreía. Ella no le llegaba a él más allá del hombro. Él se inclinaba ligeramente hacia delante, mientras te observaba con ojos azul hielo. En la foto de al lado la mujer estaba en la playa, sentada en una tumbona con una niña menuda de pelo largo y liso que le besaba la mejilla. En la pared de mi derecha la misma niña, ya adolescente sonreía en un retrato de estudio. En caligrafía delicada, alguien había escrito “10 de junio de 1980”.<br />Mis ojos recorrieron la habitación encontrando fotos de todos los tamaños y colores. La pareja con la niña. La niña de comunión. Una boda, unos niños. Una señora sola de sonrisa triste. Volví a abrir los ojos, hacia la misma ventana y me pareció ver una figura delgada de pelo largo flotando tras las cortinas, pero cuando se abrieron sólo distinguí una pared amarillenta y una lámpara con la mitad de las bombillas apagadas</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-20049875526006555782009-10-29T10:00:00.004+01:002009-10-29T10:10:31.130+01:00A mis treinta y seis años<a href="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SuladuZ0_6I/AAAAAAAAAII/Dk9NNyXQ47M/s1600-h/byron.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5397945095099318178" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 228px; CURSOR: hand; HEIGHT: 241px" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SuladuZ0_6I/AAAAAAAAAII/Dk9NNyXQ47M/s320/byron.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify">Los cañones gritan y la muralla responde, esa es la lengua que importa, ni el griego ni el turco, murmullos entre algodones sucios y ardientes. El mar es rojo como la sangre que cae, despacio, la sangre que el parásito desprecia, demasiado gordo para moverse. . No siente nada, está paralizado, los oídos y ojos aún funcionan, pero la lengua perezosa no quiere ayudarle a gritar para que paren y le dejen tranquilo.<br /><br />Intenta recordar Lepanto, la fortaleza objetivo, el pequeño puerto, los barcos en posición, hay que planificar o no habrá salida. No puede, sólo ve Escocia, lluvia, faldas que crujen y frío. Mujeres que coquetean o lloran, mujeres que suplican un romanticismo imposible, no saben quien es, el aristócrata de amores escritos y nunca dichos.<br /><br />Se cansó de Escocia, Inglaterra, Italia, como se cansó de Mary, Anna o Margarita, el cojo bribón, escurridizo, que escapaba en silencio a caballo y cambiaba de patria, llenando el hastío de conquista de libertades ajenas, que le llenaban durante meses hasta que el agujero crecía y todo se colaba por él.<br /><br />Y ahora el hueco es demasiado grande y por él se rellenan las fuentes de cerámica, dos, tres, ha perdido la cuenta, blancas al llegar, rojas al marcharse, y no le quedan fuerzas, tiene treinta y seis años y sabe que en Missolonghi se acaba el viaje<br /><br />(…)<br />Seek out--less often sought than found--<br />A soldier's grave, for thee the best;<br />Then look around, and choose thy ground,<br />And take thy rest.<br /><br /><strong>On this Day I Complete my Thirty-Sixth Year</strong><br /><em>Lord Byron</em></div><br /><div align="right"><em></em></div><br /><div align="right"></div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-56273194495651146142009-10-22T09:54:00.001+02:002009-10-22T09:55:53.542+02:00Caleidoscopio<div align="justify">Rojo, azul, púrpura. Los colores se mezclan y renacen diferentes, o quizás solo disfrazados.<br /><br />Al principio llegó el rojo. Dulce y ligeramente picante. Siouxsie and the Banshees suenan en el ambiente, a ritmo sincopado junto a las risas, las partidas de mus en el bar robadas a las clases y los novios de paso. Los días pasan fluidos. Exámenes que no cuestan demasiado, muchos amigos, focos nocturnos, en invierno o en verano. Los cines cambian de función, los mirones se vuelven actores en la última fila, y las historias se dividen en líneas paralelas. La de la pantalla se va difuminando, mientras el roce y el calor se hacen reales y lo apartan todo.<br /><br />Los fluorescentes de la oficina tiñeron de azul el aire, las moquetas llenas de polvo y los despachos vacíos. El resto ha desaparecido bajo montañas de informes, y el la pantalla de ordenador las líneas de números se persiguen y nunca llegan a ningún sitio. Arañas amarillas sobre fondo otra vez azul. Hace frío dentro y fuera. En los altavoces suena “Black or blue”. Una mujer exótica llegó y se fue, sólo quedó el humo del cigarrillo sin dejar nada a cambio. La voz le suplica que se quede pero es tan inútil como el ruido de las teclas flotando a quince metros sobre el Paseo de la Castellana.<br /><br />Se hundió en el mar y cuando parecía que el fondo no existía, pegó una patada y subió. La tierra se volvió púrpura y Siouxie volvió reírse. La mujer de las veintidós caras se desintegró y es la misma pero es otra. A veces las caricias calientan su cara y aún se avergüenza, otras intenta controlarse y ser lo que parece que se espera de ella, pero el hielo no acaba de salir, y es que cuando una gota de rojo se junta con otra de azul, no se puede volver atrás, por muchos colores que se intenten mezclar</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-10022195953889383022009-06-23T22:10:00.006+02:002009-06-23T22:50:58.899+02:00Espuma, plancton, mucho rojo y aniversarios<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SkE-ETRPrfI/AAAAAAAAAIA/Wd8wIWBS0bc/s1600-h/bv-300x300.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 218px; height: 218px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SkE-ETRPrfI/AAAAAAAAAIA/Wd8wIWBS0bc/s320/bv-300x300.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5350626075905863154" border="0" /></a>Un día 23 de junio como hoy, hace exactamente cincuenta años, un escritor maldito entró en un cine a hurtadillas para poder ver el estreno de la primera adaptación que se hacía de una obra suya, al que le habían prohibido asistir por lo que se conoce habitualmente como "desavenencias con el director". No sabemos que pensó de aquella película porque, aunque era joven, sólo 39 años, su corazón, tan fuerte para según qué cosas, no resistió la experiencia y murió. Y así cumplió, por poco, esa autoprofecía que repetía de que no alcanzaría los cuarenta, esa edad supuestamente de mal augurio que me cayó encima este año, por cierto.<br /><div style="text-align: justify;"><br />Los universos de los libros de Boris Vian se cruzaban frecuentemente entre sí, el doctor asesino de sillas de "El otoño en Pekín" se había vuelto psicópata por no haber podido curar a la Chloé de "La espuma de los días", y cuando pensábamos que Angel había evitado un destino oscuro en el mismo "Pekín" (que por cierto, no ocurría ni en otoño ni en Pekín) caía en nuestras manos "El arrancacorazones" y descubríamos que su futuro no era un camino de rosas precisamente...<br /><br />"La espuma de los días" fue el primer libro "adulto" que escogí leer, y me enamoró del todo, porque no sólo era una (bueno, en realidad tres) historia de amor preciosa y emocionante, era un mundo diferente a todo, donde las imágenes luminosas se intercalaban con críticas atroces (esas beneficiencia pública que degollaba niños... o esa crítica a Sartre que en realidad era su amigo, al menos hasta que se lió con su primera mujer). Y por lo visto no fui la única. En una encuesta a los lectores franceses sobre cual fue la obra que les provocó el gusto por la lectura, "La espuma de los días" ganó por abrumadora mayoría. Y yo estoy tan feliz de ser tan poco original.<br /><br />Luego hay más cosas, fue ingeniero de obras públicas, experto en ferrocarriles (vale, lo mío es la hidráulica, no los ferrocarriles, pero es uno de los míos), fue músico, cantante, actor, vamos, todo lo que me habría gustado ser a mí. No tuvo suerte, quizás tampoco la buscó, le gustaban demasiado la irónía, el sarcasmo, la crítica, y nunca le perdonaron su afición al sexo o hacerse pasar por un escritor negro para reírse de los críticos de la época o escribir una canción sobre las razones para desertar de un pobre hombre en plena guerra de Indochina, en fin, todo un personaje. Lo que sí está claro es que hizo lo que quiso, hasta el final.<br /><br />Y yo no le olvido, sigo disfrutando de sus libros. También hasta el final. En algo más nos teníamos que parecer</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-76443581731746210292009-05-26T19:48:00.007+02:002009-05-27T17:59:40.901+02:00Abismos<div align="justify"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/Sh1jQrvwueI/AAAAAAAAAHw/O47roKjpExo/s1600-h/TimesSqBeggar.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5340533871403383266" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 227px; CURSOR: hand; HEIGHT: 281px" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/Sh1jQrvwueI/AAAAAAAAAHw/O47roKjpExo/s320/TimesSqBeggar.jpg" border="0" /></a><br /></div><div align="justify">La multitud cuchichea, formando un insecto de cien patas que se agitan en direcciones caóticas , mientras el klaxon del autobús enloquece. El conductor grita al coche que no deja pasar, y la mujer, dentro, se esconde detrás de las gafas de sol. No consigue arrancarlo, hay que empujarlo, los voluntarios corren, protagonistas del espectáculo. Pero él ni mira. Está sentado en el escalón, los pantalones y la chaqueta impolutos, los zapatos brillantes. La mano derecha tapa sus ojos, la cabeza mira el suelo. Junto a él hay una caja de cartón y un mensaje: "No quiero perder también mi habitación. Gracias". </div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-89428241752928895562009-05-18T01:29:00.002+02:002009-05-27T17:09:01.545+02:00Siesta<a href="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/Sh1XTfR4MTI/AAAAAAAAAHg/NkjhRfs0o_c/s1600-h/JARA.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5340520725456892210" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 286px; CURSOR: hand; HEIGHT: 204px" alt="" src="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/Sh1XTfR4MTI/AAAAAAAAAHg/NkjhRfs0o_c/s320/JARA.JPG" border="0" /></a><br /><div><a href="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/Sh1XGYvEPuI/AAAAAAAAAHY/fOSJlhwE164/s1600-h/JARA.JPG"></a><br /><br /><p class="MsoNormal" style="TEXT-ALIGN: justify"></p><br /><p class="MsoNormal" align="justify"><span lang="ES">Apoyo la cabeza en su estómago, suave y<span style="font-size:0;"> </span>blando. Un cosquilleo gaseoso me acaricia la oreja a través de su piel. Le contesta otro roce que recorre mi cuello, mis hombros y se cuela dentro de mi vestido de flores. La lavanda se clava en mis piernas y en mi nariz. Los insectos hierven entre las jaras. El sol abrasa mientras el escalofrío salado se instala en mi lengua.<?xml:namespace prefix = o /><o:p></o:p></span></p><br /><br /><p></p></div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-969669512447101242009-04-23T12:09:00.003+02:002009-04-23T12:15:15.959+02:00In memoriam<div align="justify">El 19 de abril murió el inspirador de este blog (o al menos de su título). Pocos autores me han transportado a otros lugares con la precisión de James Graham Ballard. Lugares que estaban en este mundo pero a la vez tenían la magia de lo desconocido o irreal ya fueran la playa desquiciada de Vermillion Sands, un macro rascacielos o los suburbios de Londres. En los años sesenta, cuando eso del cambio climático ni existía, ya escribió “La sequía” y “El mundo sumergido”, cataclismos naturales que hoy quedan mucho más cerca. La distopia era su terreno y lo desarrolló tan perfectamente que el diccionario Collins incluso introdujo el término “ballardiano”*. Sus libros podían ser profundamente pesimistas sobre la esencia del hombre y su futuro, pero casi siempre querías estar en sus escenarios y vivir esas experiencias, volar o remontar un río en África, incluso hacer el amor en un coche a punto de estrellarse. El niño obsesionado por los aviones de “El imperio del sol” nunca dejó de volar, más lejos y más alto. El mundo hoy es un poco más gris. Espero que donde quiera que esté, continúe con su “Compañía de Sueños Ilimitada”.<br /><br /><em>En memoria de J.G. Ballard (1930-2009)<br /></em><br /><span style="font-size:85%;">*"(1)Referente a James Graham Ballard (J. G. Ballard; nacido en 1930), novelista británico, o a su obra. (2) Que se parece o sugiere las condiciones descritas en los relatos o novelas de Ballard, esp. la modernidad distópica, los desoladores paisajes creados por el hombre y los efectos psicológicos del desarrollo tecnológico, social o ambiental"</span></div><div align="justify"><span style="font-size:85%;"></div></span><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5327827621861201938" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 403px; CURSOR: hand; HEIGHT: 291px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SfA-_nmNGBI/AAAAAAAAAHQ/jDEgGmUs3Gc/s320/ballardiano.jpg" border="0" />Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-56833761812481482632009-04-01T17:54:00.004+02:002009-04-02T09:16:28.600+02:00Hermanas<div style="TEXT-ALIGN: justify">Julia empezó a gritar desde sus ciento sesenta centímetros concentrados en once años de vida. Los puños cerrados aparecían blancos bajo el fluorescente de la clase. Los demás niños empezaron a llorar y a girar sin orden ni concierto. La coordinación que había costado una hora conseguir se perdió. Luis intentó controlar a la niña hablandole suavemente pero fue inútil, había entrado en su mundo de caos y aislamiento. Por suerte las madres acababan de llegar. Ana y María, las dos síndrome de Down más ligeras se despidieron moviendo la mano y sonriendo. El resto ni le vieron mientras los arrastraban fuera de la sala. Sólo quedó Julia, repetida mil veces en los espejos, inconsolable. Su madre llegaba tarde. Cuando parecía que la cabeza de Luis iba a estallar entró otra niña, de apenas cinco años, pero toda decisión. "Ven Julia, nos vamos a casa" le dijo tirando de su mano. Los gritos cesaron de repente y el maestro vió atónito salir a las dos niñas con ritmo acompasado y perderse en el pasillo</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-7915379205264953802009-03-19T19:22:00.003+01:002009-03-19T21:12:47.787+01:00Pide un deseo<div align="justify"><a href="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/ScKQXCY9vSI/AAAAAAAAAHA/mOQ-3hshmng/s1600-h/pulsera-Marieta2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5314969235703577890" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 200px; CURSOR: hand; HEIGHT: 185px" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/ScKQXCY9vSI/AAAAAAAAAHA/mOQ-3hshmng/s200/pulsera-Marieta2.jpg" border="0" /></a>La trenza roja bailaba agarrada al árbol. En la rama más alta que había podido alcanzar para que nadie se la llevara y el deseo se cumpliera. Se subió al coche mirándola fijamente. Las cigüeñas habían llegado y dormían en el campanario. Todos desaparecieron en la primera curva. Abrió la ventana. Los árboles aceleraban tras cada derrape. "Traspasando la locura mecánica", solía decir él. El quitamiedos voló dejándoles paso. El viento se coló en el coche. Estarían juntos por la eternidad. Los deseos de marzo siempre se cumplen.</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-11515573934458842902009-03-19T19:03:00.009+01:002009-03-19T21:15:06.317+01:00Atardecer<div align="justify"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/ScKM7JcgHcI/AAAAAAAAAGw/stH-mFZSCo4/s1600-h/estela+avion.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5314965458026241474" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 200px; CURSOR: hand; HEIGHT: 198px" alt="" src="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/ScKM7JcgHcI/AAAAAAAAAGw/stH-mFZSCo4/s200/estela+avion.JPG" border="0" /></a>Me apoyo en la barandilla del mirador. Los nudos de la madera rascan mi estómago. La cuña rosada al fondo del valle se va apagando. El embalse en el horizonte se difumina en una mancha gris. Los pájaros callan. Sobre mí ya está oscuro y empiezo a notar el frío. Un brazo me cubre para darme calor. El mundo se paraliza. Veinte segundos vacíos y empiezan los ruidos nocturnos. Una estela blanca corta el cielo. Mis ojos la siguen. Una segunda línea aparece por la derecha de repente. Las trayectorias se unen. Un foco se ilumina y explota en nubes de humo. Silencio alrededor. En mi cabeza mil voces muertas gritan</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-32483560399737977312009-02-19T09:40:00.007+01:002009-02-19T16:46:09.215+01:00Poética<a href="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SZ1Pvq18a3I/AAAAAAAAAFQ/7UwQ0A_D0bc/s1600-h/mesa.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5304483616485305202" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SZ1Pvq18a3I/AAAAAAAAAFQ/7UwQ0A_D0bc/s320/mesa.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify"><span style="font-family:arial;">Me gustan los relatos breves, me siento en el autobús por las mañanas y el fluorescente desaparece, de repente floto en el mar de los Sargazos, me arruino en el Bingo Paraíso o acaricio la nuca de María Antonieta. Es sólo un momento, una sensación, pero al fin y al cabo los días que recuerdas haber vivido son sólo instantes en que fuiste feliz o te hicieron daño, imágenes que quedaron impresas y que casi siempre mienten. Pinceladas de estampa impresionista.</span></div><span style="font-family:arial;"><div align="justify"><br />No está el cuadro completo, sólo se entrevé un universo y se cierra la puerta de un portazo, el escalofrío, el calor o la furia siguen pero tendrán que crecer en otra cabeza y los personajes, si el lazo de la caja no es demasiado fuerte, terminarán haciendo lo que cada uno piense que deben hacer, quizás el gato-cobaya se escape o suene el teléfono por fin, esto no es una novela, es un cuento.</div><div align="justify"><br />Algo que he sentido o querría vivir, un lugar imaginado, una conversación que nunca existió, explotan en el papel y vuelan mas allá, donde quieras llevarlos, ahora es tu trabajo, yo ya me he liberado, he bailado, he jugado o he besado y seguramente habré mentido. Mi tía bisabuela sorda no fue repudiada porque yo lo he decidido así, la historia se reescribe y se bifurca, sigue su camino y veo cómo se aleja.</div><div align="justify"><br />Hoy algo distinto está creciendo justo en el hueco vacío, ahí donde el atlas sostiene mi cabeza, y cosquillea, se retuerce. No sabe hacia donde irá cuando abandone la nuca, si acabará riendo o clavando un cuchillo. Sólo sabe que tarde o temprano necesitará salir. </div><div align="justify"><span style="color:#ccffff;">.</span></div><div align="justify"></div><div align="justify">Pero ese es otro cuento.</span></div><br /><div align="justify"></div><div align="justify"><span style="color:#ffcc66;">.</span></div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-81844222821603465532008-12-25T23:17:00.006+01:002009-04-28T11:52:20.603+02:001939<div align="justify">Porlier huele a polvo y sudor de miedo. Las canciones sobre la Pepa se oyen por los pasillos, mala señal, hay nerviosismo en la música, la semana pasada tuve que explicarle a un chaval lo que significaban. Un reportero de apenas veinte años, idealista e inconsciente como lo éramos antes. Desde que sabe que la Pepa es la Pena, ya no sonríe, pero hace bromas y canta como el que más para no oir los disparos, supongo yo.<br /><br />Yo ocupo mis días escribiendo lecciones para mis niños, las chicas son mayores y no sé si les servirán de algo pero quizás al pequeño... Cuando me canso miro pasar los pies desde la ventana, los limpios van rápido, se apartan en seguida, los sucios se arrastran, van despacio como si temieran desintegrarse a cada paso. Si pego el pecho a la pared puedo incluso alcanzar el cielo y me transporto al cerro de los Siete Vientos, entre el romero y me veo describir piedras o los meandros del Jarama a los chicos que me miran con ojos enormes y caras coloradas por el sol o huelo las calles rojas de uvas pisoteadas en tiempo de vendimia.<br /><br />A mis compañeros les gusta que describa la casa-escuela con sus ventanales de la calle Tiendas, y los pupitres toscos unidos al asiento con sus cajitas de hierro llenas de arena caliente de la estufa para calentarnos las manos. Hace frío en los sótanos, el calor no llega hasta aquí, ¿para qué? Muchos nunca han visto el mar y les cuento los viajes interminables en coche, y las olas salvajes de Llanes, que lamen tus pies hasta amoratarlos envueltos en espuma.<br /><br />Pero hoy es distinto, esta noche han llegado de nuevo, con la "saca" en la mano, los nombres de los que se irán mañana para no volver y han nombrado a Gerardo, mi gran amigo. He llenado el tintero como lo hacía cada mañana en la otra vida y le he escrito un poema.</div><p><br /><br /><br /><br /><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5283902034985368306" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 320px; CURSOR: hand; HEIGHT: 240px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SVQw589EOvI/AAAAAAAAAEo/JJNGkLQoB-k/s320/Colegio_Calasancio.jpg" border="0" /> </p><p>.</p><p><em>A mi bisabuelo Román (1892-1939)</em></p>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-91876645114273476252008-11-16T21:24:00.022+01:002008-11-20T12:00:48.623+01:00Distrito F<div align="justify">El sudor flota en el aire, las manos se agrietan. Ella le toca el brazo, él siente la caricia de cactus, pero sonríe, le calienta por dentro. En el Distrito F, nadie tiene nombre o al menos nadie lo recuerda, la arena borra los caminos entre bloques de hormigón, las ventanas se cierran y sólo se oye el viento. La cara de ella se acerca, él puede oler su aliento al abrirse la boca y pegarse a la suya. El sabor se vuelve salado, la humedad le alcanza la barbilla y cae sobre la arena antes de desaparecer.<br /><br />Las manos se juntan y juegan durante un minuto apenas. Ella interroga con los ojos al sentir la caja cuadrada en su palma. Si no vuelve podrá abrirla. Ella se aparta, fija la vista en el horizonte, blanco sobre blanco. Las dunas cercan la isla de cemento, pero nunca es la misma la que te vigila, se mueven sin cesar, aunque no te des cuenta, y esconden miles de insectos y lagartos.<br /><br />El avión espera en la pista de tierra con el morro hacia arriba, oteando el aire, el único pájaro que ha sobrevivido. La tormenta se acerca. Los remolinos envuelven las dos figuras inmóviles, los granos pican en la nariz, en la garganta, asfixiando, casi no pueden verse el uno al otro. Una ventana se abre, alguien observa la salida pero no habrá ceremonias, no es el primero que se aventura más allá buscando una salida, un cambio, da igual, el que sea. Es inútil, no hay nada fuera del Distrito F.<br /><br />El óxido le araña la mano al abrir la puerta y se acomoda como puede dentro. El olor a gasolina y polvo marea. Se incrusta en el asiento de cuero rojo y enciende los motores que renquean en toses secas. Las hélices mueven el polvo y se paran. Él vuelve a intentarlo y esta vez cogen impuso y el ritmo se acelera apartando el silencio. El rayo de plata recorre la pista, apenas visible, en pocos segundos y empieza a elevarse, escorado a la derecha. Por un momento parece que va a caer, y ella no puede reprimir un grito ronco que nadie puede oír entre los átomos de cuarzo y humo.<br /><br />Él ríe ligero al sobrevolarla, gira dos veces a su alrededor, la corriente se vuelve tornado y levanta su vestido rojo, las piernas le tiemblan, no sabe si de miedo o excitación. Sigue subiendo, ella se ha convertido en un punto lejano, un hito topográfico que le ayudará a volver.<br /><br />El horizonte se ha alejado pero sigue igual, la nada vacía le rodea en cualquiera de los puntos cardinales, sólo la brújula le indica que sigue un camino, escogido al azar. Los minutos pasan, se transforman en horas, si no para la búsqueda ya no habrá vuelta atrás. Y se da por vencido.<br /><br />El Distrito F vuelve a emerger de nuevo. Como último coletazo decide subir un poco más. El cielo cambia, el gris pálido se ha transformado en azul, que se oscurece más y más al ascender. El sol ya no es un globo triste, sino un foco amarillo reluciente en un viscoso cuadro de óleo ultramar. Y sigue subiendo. No sabe donde puede llegar, pero quiere estar allí. El tablero de mandos vibra bajo su mano, le hace cosquillas, casi no puede leer los números, pero tiene que saber lo que hay más allá, dónde está la frontera. El vello se le eriza, y empieza a tiritar, los dedos se entumecen mientras empieza la inmersión. Siente una mordaza en la cara, un ataque de asma mientras hiperventila.<br /><br />El sol se fija en su retina, cada vez más grande, cada vez más frío, no puede cerrar los ojos tiene que seguir mirando….<br /><br />Ella se levanta de la arena, el hueco de su cuerpo se desvanece como si nunca hubiera estado allí, esperando durante horas. El rugido se hace más fuerte pero no desciende, la diagonal apunta a las estrellas, y de repente el silencio, todo está inmóvil. Una serpentina de humo crece desde el cenit, el fin de fiesta. El avión grita al estrellarse, y la onda expansiva curva el tiempo y el espacio, tumbándola en la arena, es la última caricia.<br /><br />La caja se le clava en el estómago al caer, la sangre se confunde en el vestido y mancha la tapa abierta. Una pluma blanca sale volando y se pierde en el viento.<img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5269981651483983026" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 293px; CURSOR: hand; HEIGHT: 320px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://3.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SSK8Y_WHfLI/AAAAAAAAAEg/iFir0L2z9RQ/s320/icaro749.jpg" border="0" /></div><p align="justify"><em>Ícaro se sintió dueño del mundo y quiso ir más alto todavía. Se acercó demasiado al sol, y el calor derritió la cera que sostenía sus alas, por lo que las perdió. El desdichado y temerario joven acabó precipitándose en el mar y se ahogó</em></p>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-86079391526850265922008-11-03T13:54:00.007+01:002008-11-11T13:48:46.585+01:00En el bar...<strong><br /></strong><a href="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SQ705mROW-I/AAAAAAAAAEY/3xgUA64EAyQ/s1600-h/ruiz2.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5264414284805200866" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; WIDTH: 249px; CURSOR: hand; HEIGHT: 366px" alt="" src="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SQ705mROW-I/AAAAAAAAAEY/3xgUA64EAyQ/s320/ruiz2.JPG" border="0" /></a> <div align="justify"><strong>Lucía</strong></div><div align="justify"></div><div align="justify"><br />Está de espaldas hablando con el chico de azul, en tirantes a pesar del escalofrío de octubre y el pelo negro descuidado le cae sobre los hombros, nadie, excepto él, puede ver su cara. Le explica un proyecto, y habla y habla como para compensar esa infancia acomplejada y muda sentada delante de los gemelos Flores que susurraban insultos vestidos de broma a la niña regordeta de máscara de metal, todo dientes y enormes gafas de plata. Ahora tiene una boca perfecta, lleva lentillas y usa el papel de escudo. Fotos del nuevo negocio, comunicación del futuro en la antigua fabrica convertida en oficina moderna de cristaleras diáfanas que todo lo muestran. El chico la mira embelesado pero ella no se da cuenta.<br /><strong><br />Alberto y Miguel</strong><br /><br />Llevan la misma perilla y pelo corto, nada los distingue, salvo la enorme tarta de chocolate y el delicado té de frambuesa. La camiseta gris sonríe a la chica que se sienta a su lado y roza su muslo bajo la mesa. La camiseta naranja se inclina hacia el chico rapado y se ríe, diga lo que diga, aprovechando para cogerle el brazo o el hombro. Compartieron habitación, libros, pupitre en el colegio, ropa e incluso la primera novia, hasta que Alberto vio a Miguel acariciando al camarero con pintas de rockero Glam en aquel bar en el que se metió por error y comprendió el por qué del mote “Flor de primavera”. Un mes de silencio ofendido por el secreto, esa traición a los años de sincronía, no fue suficiente para romper el vínculo, y aquí están, como si no hubiese pasado nada. Al fin y al cabo, como dice Alberto, al menos ya no hay competencia.<br /><strong><br />Luis</strong><br /><br />Se mira en el espejo del café, tan moderno, con sus botas de piel de serpiente, la chaqueta de cuero, las patillas que casi le llegan a la boca y el tupé retro, o “vintage” como lo describe él. Se sienta en una mesa, solo, fotos de Italia en la revista, luz y sol y nadie que le acompañe. Pide un café, escribe un mensaje en el móvil, espera que le llamen o al menos le den una señal, pero el aparato sigue frío sobre el mármol. Esta vez no van a perdonarle, por fin empieza a entenderlo. Manda otro mensaje, insiste. En otro lugar alguien le ignora y llama a otra persona para contarle que está resistiendo la tentación del teléfono . En el café, a diez metros, suena una melodía machacona y la chica de gris suelta los papeles de su exposición para contestar y felicitar a su amiga, por fin libre. Luis mira el reloj, ha pasado un cuarto de hora. Las buenas vibraciones del lugar ya no funcionan y tiene que marcharse, dejando el café a medias.<br /><strong><br />Fernando</strong></div><strong></strong><br /><div align="justify"><br />Se agacha detrás de la barra cuando ve pasar al hombre del tupé. Éste al pasar sólo ve un pelo canoso muy corto y una camisa que flota fuera de los pantalones. Hace mucho que no se ven y no quiere que sepa donde trabaja, tantos sueños de rock y chicas mientras tocaban canciones malísimas en el garaje y que al final quedaron en nada… Y eso que las cosas ahora van mejor, después de diez años en bares de mala muerte con olor a fritanga, barra manchada de cerveza y restos de servilletas en el suelo o en clubes gay donde le aceptaban por su aire andrógino a lo Bowie de los 70 del que no queda ya rastro. El café no está mal, y hay que pagar el estudio, la comida y las guitarras que compra compulsivamente porque cuando pronuncia las palabras Fender o Gibson se siente especial<br /><br /><strong>El resto</strong><br /><br />El café bulle en la tarde de domingo, tres chicas juegan con una polaroid y observan a su alrededor, se diría que espían a cada persona que entra y se sienta, adivinando las conexiones ocultas, esos grados de separación que unen a la chica de gris con los gemelos o el hombre del tupé. Los observados se revuelven inquietos en sus asientos como si intuyeran algo, como si les estuvieran robando sus secretos.</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-26106145965750250472008-10-09T10:41:00.004+02:002008-10-09T10:56:50.123+02:00Líneas y manos<a href="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SO3HPBU1RkI/AAAAAAAAABQ/-SfxQTufZfM/s1600-h/manos.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5255075401079014978" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://1.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SO3HPBU1RkI/AAAAAAAAABQ/-SfxQTufZfM/s320/manos.JPG" border="0" /></a><br /><div><a href="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SO3GSeT1DEI/AAAAAAAAABI/__qIheXLmgI/s1600-h/manos.JPG"></a><div></div><div>Ayer era isla, surcos áridos, cruces estrechos<br />Interrumpidos,<br />Noche sin luna, sábana fría<br />Hoy, sentada en la cama, ve como se acerca<br />Extiende su brazo<br />Rodea el monte y se inclina<br />Tensión en dunas pequeñas<br />Huele los huecos, la línea de vida, y la sigue, la alarga<br />Araña, la cabeza se borra,<br />La huella en Venus, Marte se esconde, los ríos se juntan<br />Dedos, manos, lenguas, cuerpos<br />Sólo el principio<br />Infinito</div></div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-75044862626967851462008-10-09T09:32:00.002+02:002008-10-09T10:17:23.247+02:00Cuentos del Napapiiri<div align="justify"><strong>La mujer con dos relojes<br /></strong><br />Hace dos meses que volvió del lugar donde el sol extremo hiberna o no duerme, pero sigue allí, esté donde esté la calle se vuelve nieve, y refresca bajo el sol de octubre. Al llegar a casa abre su buzón gris pensando en otra persona que hará lo mismo, pero allí brillará rojo sobre el poste, una hilera de cuatro entre abetos. Hace dos meses que lleva dos relojes, a las once y a las cinco y media todos los días el mundo se para y suena el teléfono, con dos horas de diferencia, pero a la vez, las manecillas se encuentran y se miran en perfecta simetría, en Madrid y en Rovaniemi, y cerrando los ojos nota como los del otro la tocan. </div><div align="justify"> </div><div align="justify"><br /><a href="http://3.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SO29pXQeicI/AAAAAAAAABA/wRpI0zOLQ1M/s1600-h/napapiiri.JPG"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5255064858526648770" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="http://3.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SO29pXQeicI/AAAAAAAAABA/wRpI0zOLQ1M/s320/napapiiri.JPG" border="0" /></a><br /><strong>El lago de Kemijärvi</strong><br /><br />Annuka nunca ha cruzado esa raya invisible que todo lo cambia, son las cuatro de la mañana, el horizonte luce con sordina, las sombras son largas. El sueño cae en gotas demasiado ligeras para mojar. Baja al borde del lago y mira el sol gemelo en el agua y el campanario estricto. Cuando era pequeña, un Santa Claus menos barrigón de lo que esperaba le dijo que tendría todo lo que deseara y esta noche, por fin, a pesar de lo que se fueron lejos, a la capital, se da cuenta de que es verdad<br /><br /></div><strong></strong><div align="justify"><strong></strong> </div><div align="justify"><strong></strong> </div><div align="justify"><strong></strong> </div><div align="justify"><strong></strong> </div><div align="justify"><strong></strong> </div><div align="justify"><strong>La vela del leñador<br /></strong><br />Salió corriendo, no pudo coger nada, aprovechando las llamas que cubrían toda la ciudad. Sabía lo que vendría después de aquello, todo arrasado y la venganza. Porque Karl llevaba el uniforme equivocado. Habían pasado 60 años y no le había vuelto a ver más que en sus sueños. No reconoció Rovaniemi. Decían que la habían reconstruido como un rompecabezas con forma de reno, pero desde el suelo todo eran geometrías blancas sobre verde. El Ounasjoqui se deslizaba bajo el puente, otra vez blanco sobre azul. En su centro dos troncos tocaban el cielo, y distinguió una luz entre ellos. Fuego como una vela, recuerdo de leñadores y faldas de colores. Se acercó al agua y miró el espejo. Detrás de ella su mano grande abrazó su hombro. Se dio la vuelta, no vio a nadie, pero sabía que estaba allí, que nunca se había marchado. </div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-33736033734911093652008-07-10T19:40:00.027+02:002008-10-31T12:16:43.494+01:00Luz que agoniza<div align="justify"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SQcreiK-T-I/AAAAAAAAAEQ/qki4LKuL4k0/s1600-h/!cid_92051008.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5262222493174616034" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; WIDTH: 434px; CURSOR: pointer; HEIGHT: 323px; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="http://2.bp.blogspot.com/_2JIlL3ABtag/SQcreiK-T-I/AAAAAAAAAEQ/qki4LKuL4k0/s320/%21cid_92051008.jpg" border="0" /></a><br /><br />Algo se acaba, algo recuerdo.<br /><br />Vértigo. Una mano fuerte que me agarra y me sostiene. Lo inestable se hace roca y puedo andar.<br /><br />Portales oscuros donde manos juegan y se oyen risas<br /><br />Humo, cigarrillos se consumen y el olor no molesta, me recuerda a besos y caricias<br /><br />Dos que parecen niños abren un huevo de chocolate y lanzan el molinete al viento, bajo la luna<br /><br />El embalse a nuestros pies, uno de muchos desde lo alto de la pared de hormigón. Miras a los lados. No viene nadie y tu mano se esconde dentro de mi escote. Me río con placer y vergüenza<br /><br />Venecia queda atrás, los corazones de cristal se esconden,intactos, en el cajón, el mío está roto<br /><br />Desde las profundidades del aparcamiento, como espías, emergemos bajo los focos. Vestidos ligeros cubren estrellas, smokings de hombres bajitos que creímos enormes alguna vez, pero yo sólo te veo a ti<br /><br />Viento y música en un descapotable prestado. Y soy tan feliz yendo a Ávila como si fuéramos a París<br /><br />Súbitos celos que alejan. Una puerta se cierra y cuesta mucho volverla a abrir<br /><br />Masajes de sábado, mis manos recorren la piel suave que huele a jabón<br /><br />Dos sombras traviesas juegan frente a un escaparate de París, noches de vino y jazz. Mañanas desayunando pasteles en terrazas de cristal.<br /><br />"Nada es tan bonito como parece", te digo, "tú sí", me respondes.<br /><br />Antes de mí, quince años. El pánico lo invade todo y quiero salir corriendo, pero ya no puedo<br /><br />Me compras unas Doc Martens de charol en el Marais, isla de Londres en París, Me las pruebo sentada en un taburete de cuero, debajo de una foto de Suede<br /><br />Te ayudo a decorar la primera casa en la que vas a vivir solo<br /><br />Una reunión de verano en un despacho de moquetas grises, alguien observa con atención un hematoma en mi cuello.<br /><br />Los tambores retumban, bullicio en el lago. Nunca me llevaste en una barca del Retiro<br /><br />Vuelo en la moto, mi vestido flota, me agarro con tanta fuerza que creo que te hago daño. Un sello ardiente marca mi pierna al bajar.<br /><br />Nuestra tercera cita casi fue la última. No me gustaste de verdad hasta el primer beso impulsivo en aquel coche rojo, tu bala coreana<br /><br />Llegamos a la Acebeda, me enseñas la casa que construyó tu padre y un anciano se acerca, se acuerda de ti y tu familia, y flirtea conmigo. Finges estar ofendido de que quieran robarte la novia.<br /><br />Mañana saltas en paracaídas. Vives la noche como si fuera la última. Y quieres vivirla conmigo<br /><br />Escribimos una historia a medias. Tocas la guitarra mientras canto.<br /><br />Una imprudencia. Estoy preocupada. Te emocionas buscando nombres posibles. Pareces contento. El alivio se tiñe de decepción.<br /><br />Bajo la escalera del restaurante. Mi amiga está nerviosa y no sé por qué. Surges de la nada y saludas. Estás con otra. En nuestro bar<br /><br />Me sacas una foto inquieta en un puerto francés, una vaca de los pirineos se acerca curiosa y voy vestida de rojo<br /><br />Un comentario inocente y el mundo explota, inseguridad y miedo , el suelo bascula. No era yo la que quería discutir, sólo estaba cansada.<br /><br />Un baile que llega tarde, me abrazas por detrás y nos movemos mientras Jay Jay Johanson susurra en el aire, tus labios se posan en mi cuello.<br /><br />Me siento aparte, lejos de tu vida, tus amigos, tu familia, no sé que quieres ni por qué estás aquí pero siempre vuelves.<br /><br />Mañanas de oficina aburridas, un correo saluda y todo cambia.<br /><br />Te enfadas, te callas, desapareces, días de espera, me vuelven loca. Me hago cada vez más pequeña y creo que voy a desaparecer<br /><br />Invitación a un viaje, ahora, y lejos, no puedo, maldito trabajo, y aún no sé que ya no habrá más.<br /><br />Cosquillas perversas, sudor, roces con doble intención, pasión entre dos besos de mejilla. A medianoche todo vuelve a ser gris, como en el cuento<br /><br />Estoy sola en mi sofá. Te echo de menos. Y ya no estarás</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-31974239.post-26372959181165401772008-05-29T09:57:00.003+02:002009-02-05T09:32:34.969+01:00Casbah y rosquillas<div align="justify">“¡He dicho que no lo sé!” El grito de mi padre me clavó en el suelo. No entendía nada, sólo había preguntado en qué trabajaba el abuelo después de la guerra, ¡todo el mundo sabe en qué trabaja su padre! Pues no, mi padre no lo sabía.<br /><br />Tenía muchos detalles de su infancia en Marruecos, en ese lugar que nunca supe deletrear y que sonaba mucho más exótico que Casablanca… Port Lyautey… Y de cómo el abuelo conoció a la abuela en España durante la Guerra Civil, y ella se enamoró del francés que venía a luchar por la libertad, pero después de unos años flotaba el vacío, sólo sabía que mi abuela había vuelto a Madrid, a casa de la Bisa, con sus hijos, nada más.<br /><br />Me callé y me encerré en mi habitación, ofendida por la injusticia, y allí me quedé a oscuras hasta que mi madre entró sin hacer ruido, y abrazándome por detrás me dijo que la abuela se había divorciado y que papá no había visto al abuelo desde entonces. ¡Divorcio! Esa palabra que empezaba a oírse por las esquinas y sonaba a pecado y estrellas de cine. Y todo tenía sentido, una abuela que había estudiado derecho, bebía ron con coca-cola, fumaba y tenía fotos de actores dedicadas tenía que estar divorciada, era lo normal.<br /><br />Todos los sábados le pedía una historia familiar, que ella creaba ante mis ojos con su v0z pausada y grave, sentada en el sillón con sus eternas blusas de lazo, su cuidada melena gris y esas joyas sin valor pero llenas de significados ocultos, mientras yo machacaba las rosquillas de naranja en un vaso de leche.<br /><br />Allí estaba el bisabuelo, el profesor revolucionario que enamoró a la señorita hasta no importarle que la desheredaran por casarse con él. La tía bisabuela que se quedó sorda por nadar en un lago helado y fue repudiada por su novio. O los días previos al fusilamiento que le rompían la voz en cristales de agua.<br /><br />Veía las fiestas con oficiales americanos, a mi padre hablando árabe antes de poder decir mamá o el hospital para palúdicos con ventanales a las dunas que bordeaban el océano, y me reía de su acento rugoso que arañaba las palabras francesas más exquisitas.<br /><br />Desde que la recuerdo fue creadora de relatos que sonaban a cuento, en casas que yo imaginaba oscuras y en silencio entre sombras de muebles enormes y fue su mano la que guió a la niña francesa de Madrid a conocer a su otra familia, ésa que la consideraba española, pero la acogió en seguida cuando reconoció sus rasgos tan diferentes de los de su madre.<br /><br />Luego crecí y lo olvidé todo, o eso me pareció. Hace unos meses ordenando uno de esos muebles, que en mi salón ya no dan miedo, vi un trozo de papel olvidado. Un grupo de señoritas vestidas de blanco miraban al frente en una playa de los años treinta. En la esquina una de ellas, la más alta y desgarbada, sonreía guiñando un ojo. Como siempre.</div>Christinehttp://www.blogger.com/profile/09683808691272989672noreply@blogger.com0